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    Necesidad del Espíritu Santo


    La  necesidad del Espíritu Sanrto


    E
    l verano pasado tuve la oportunidad de asistir al congreso mundial de nuestra iglesia en Atlanta (EE.UU.), así como el privilegio de ver lleno aquel estadio el último sábado, con más de 70.000 personas de diversos lugares, razas, idiomas, culturas, trajes típicos, etcétera. Escuchamos los cantos y oímos el sermón del presidente electo, Ted Wilson:
     “Dile a los hijos de Israel que avancen”. Parecía un anticipo del cielo, y sentimos la presencia del Espíritu Santo entre nosotros.
     
    En noviembre de 2010, la Asociación General realizó su acostumbrado Consejo de Fin de Año, formado por más de 300 personas. El pastor Jesús Calvo, quien asistió en representación de nuestra Unión, nos contó algo sucedido en esa ocasión: se dedicó tiempo a estudiar la Biblia, a las predicaciones y a las oraciones como nunca antes. El presidente mundial dijo: «Hace muchos años que la iglesia está en el mundo, y no queremos estar mucho más. Precisamos el poder del Espíritu Santo para terminar la obra y que Cristo pueda venir pronto. Animo a los líderes de nuestra iglesia a que trasmitan a sus miembros la necesidad de orar como nunca antes por ese poder, hasta que se cumpla la promesa de Jesús cuando dijo: «Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra» (Hech. 1: .
     
    La palabra griega utilizada para “poder” es dúnamis, y significa ‘capacidad’, ‘fuerza’. Es la misma raíz que se emplea en los términos dinamo, dinamita y otras similares. El ser humano siempre ha buscado el poder (físico, económico, político, religioso…); pero, en esta ocasión, te propongo hablar del poder espiritual para la iglesia.
     
     
    Símbolos del Espíritu Santo
    A pesar de que cada año la iglesia aumenta en más de un millón de nuevos miembros, la tarea y el desafío siguen siendo impresionantes; aunque a nivel mundial existe un adventista por cada 414 habitantes, en nuestro país tenemos uno por cada 3.000 habitantes. Incluso hay regiones de España donde la proporción es mayor. A pesar de todos los medios usados para la predicación del evangelio al mundo, se hace evidente que se necesita otro medio, otro poder: el poder del Espíritu Santo. Entre los diferentes lenguajes usados en las Sagradas Escrituras, disponemos del lenguaje simbólico, el cual necesita ser bien interpretado y aprovechado. Permitidme comentar algunos de estos símbolos del Espíritu Santo mencionados en la Palabra de Dios.
     
     
    El fuego
    El fuego consume, proporciona calor y luz, se esparce con rapidez (Hechos 2: 1-4).
    Recordemos el drama vivido por Abrahán, el padre de la fe, a quien Dios pidió que sacrificara a su único hijo, Isaac. Iban de camino al lugar del holocausto cuando el hijo preguntó: “Padre mío, he aquí la leña, el fuego, el cuchillo, todos los preparativos para el sacrificio; pero, ¿dónde está el cordero?” Esta pregunta debió haber destrozado el corazón del padre, que sabía lo que Dios había indicado. «Dios proveerá» (Gén. 22: fueron las palabras de Abrahán, y Dios proveyó.
    En todo momento, pero más en tiempos de crisis, estas palabras deben resonar en nuestros oídos. Han pasado más de 2.000 años desde que Juan el Bautista vio por primera vez a Jesús. Después del bautismo dijo de él: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1: 29). Podemos decir hoy con seguridad que tenemos el Cordero, la leña… pero, ¿dónde está el fuego? ¿El fuego del Espíritu? Vemos muchas personas e iglesias carentes de ese fuego.
     
     
    La lluvia
    La lluvia: un hermoso regalo para la tierra. El agua es vida. Donde llueve mucho, como en el norte de España, el aire es puro, la fertilidad es mayor; los productos de la tierra, sanos; la vegetación es hermosa. A veces vemos personas, familias e iglesias con sequía espiritual. «La promesa del don del Espíritu de Dios se considera como un asunto de poca importancia para la iglesia. No ha dejado sus huellas en los feligreses y, en consecuencia, los resultados no pueden ser diferentes: sequía espiritual, oscuridad espiritual, decadencia y, por ende, muerte espiritual» (Elena White, Recibiréis poder, pág. 12).
     
     
    Hace falta la lluvia, la lluvia espiritual, «porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía, como al principio» (Joel 2: 23); por eso cantamos con el corazónel himno “…mándanos lluvias copiosas, lluviasdel Consolador…”. La lluvia temprana ocurrióen el Pentecostés, pero todos debemos pedir en oraciónla tardía para poder terminar la obra.
     
     
    El aceite
    El aceite suaviza, cura, lubrica evitando sonidos stridentes. Recordemos el Salmo 133: 1-3, donde se habla del óleo derramado en la cabeza que desciende por la barba hasta la vestidura, dando la idea
    de abundancia. Con el aceite del Espíritu Santo, el ambiente de los hogares y de la iglesia puede ser más agradable y satisfactorio. Este aceite puede curar cicatrices y resentimientos que nos impiden avanzar y pregonar el mensaje como Dios espera y desea.
     
     
    La paloma
    La paloma descendió en ocasión del bautismo de Jesús. Allí estuvieron presentes los tres miembros de la Deidad (Mat. 3: 17). La paloma también se ha usado como símbolo de paz y de sencillez, tan necesarias en el marco de la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas.
     
     
    Nuestra mayor necesidad
    «La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedernos su bendición. Sólo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento » (Elena White, Mensajes Selectos, tomo
    I, pág 141). Sí, querido lector, la iglesia necesita más que nunca un reavivamiento y una reforma. Pidamos, como
    el profeta Habacuc, «Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer» (Hab. 3: 1, 2).La iglesia mundial ha hecho del número 777 unproyecto: los adventistas del séptimo día orando aDios a las 7 de la mañana y/o a las 7 de la tarde,durantelos 7 días de la semana.
     
     ¿Que sucederá si todoslo hacemos? Dice una canción conocida que“cuando el pueblo de Dios ora, suceden cosas maravillosas;hay sanidad, hay salvación, y se sientela presencia del Señor”.
    Pero, además de un espíritu de oración, necesitamos oír la voz de Dios por medio de su Palabra. ¿Cómo y cuánto la usamos? Elena White menciona
    que sería bueno dedicar una hora diaria a su estudio; pero, consciente de las prisas y de los compromisos de la vida moderna, ella misma dice en otro momento, «o aún media hora»; y algunos nos atrevemos a decir “o aún 15 minutos”. Si cada día pudiésemos dedicar 15 minutos en la mañana y/o en la noche, cuán fuertes seríamos espiritualmente.
     
    El reavivamiento y la reforma pasan por dos elementos imprescindibles de la vida espiritual: estudio de la Palabra y oración, y «un pueblo rebosante de Dios» (Salmo 23: 5). Un pueblo bien preparado, eso es lo que necesitamos. Termino con este juego de palabras, una invitación a la reflexión de estos pasajes:
    Forma: La que teníamos al principio, la que Dios nos dio (Gén. 2: 7).
    De-forma: El cambio (pecado) que nos hace perder la forma (Gén. 3).
    Con-forma: El estado de contentamiento peligroso, la conformidad (Rom. 12: 2).
    Tras-forma: El cambio hacia algo mejor con la ayuda del Espíritu Santo (Rom. 12: 2).
    Re-forma: La necesidad de volver a recobrar la forma primigenia, volver al estado original (Apoc. 21).






    Julián  Rumayor
    Secretario UAE
    Revista Adventista, junio 2011


     
     


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